NOTAS

Cuando los científicos realmente cambian de opinión

Por Massimo Polidoro
Skeptical Inquirer, Volumen 34, Nro. 3 - Mayo/Junio 2010

Hace unos años, a mi colega Luigi Garlaschelli y a mí nos preguntaron si estábamos interesados en poner a prueba a una mujer mística de 22 años que hablaba con la Virgen María y podía provocar fenómenos sobrenaturales.

Debora Moscogiuri era una vidente mística que vivía en Manduria, Taranto, al sur de Italia. Durante períodos de éxtasis, supuestamente ella podía ver y recibir mensajes de la Virgen, los cuales podía transmitir a sus adoradores. Se decía que tenían lugar otros fenómenos en su casa y alrededores, incluyendo iconos religiosos (pinturas y estatuas) que aparentemente sangraban. Como es usual en estos casos, ninguno de estos fenómenos habían sido investigados o documentados cuidadosamente ni tampoco se habían efectuado análisis de ADN para certificar el origen de la sangre.

En 1995 una de las estatuas de la Virgen, que pertenecía a Moscogiuri supuestamente comenzó a gotear aceite de oliva. Recipientes sellados, tales como pequeñas botellas o jarros de aceite, que se dejaban junto a la estatua aparecían luego parcialmente llenos con aceite. Habían sido atados con cintas, tapados, sellados con cera y colocados dentro de bolsas plásticas. A pedido de Moscogiuri, algunas hojas de oliva habían sido metidas dentro de las botellas antes de cerrarlas.

Este fenómeno fue reproducido cuando el Dr. Giorgio Gagliardi, físico de Milán, preparó dos recipientes sellados con cera: uno quedó en su oficina y el otro, idéntico, fue enviado a Manduria y regresó algunas semanas después con un poco de aceite adentro, estando todavía cerrado. Dentro del jarro que había quedado en Milán no había sucedido nada. Sabiendo que la cera y las cintas son inadecuadas para impedir una falsificación, Gagliardi nos pidió recipientes seguros, que permitieran advertir la falsificación.

Evidencia de falsificación

Cuando uno pone a prueba a una persona que alega tener “poderes”, a veces es necesario permitir que el sujeto se lleve algún material del laboratorio para tratar de producir un efecto paranormal en su casa. Hasta hace poco tiempo, no se reconocía la importancia de usar recipientes infalibles al fraude cuando se llevaba a cabo un experimento de este tipo. Consideremos, por ejemplo, la ingenuidad con que algunos parapsicólogos investigaron los supuestos poderes psicokinéticos de niños y adolescentes en el pasado. Ya que se consideraba improbable que los niños y adolescentes hicieran trampa, se los dejaba solos con cucharas y pedazos de metal que debían doblar. Luego, cuando se encontraba que el material había sido doblado, los investigadores asumían inmediatamente que había en juego una fuerza psicokinética. Investigaciones posteriores revelaron que estas suposiciones eran incorrectas, y ahora se toman controles más rigurosos cuando se va a poner a prueba a alguien que dice tener poderes parapsicológicos.
Siempre ha sido un desafío preparar recipientes que resistan la falsificación (por ejemplo, carteras, sobres o cajas) de manera que no permitan que un sujeto acceda a su contenido. Sin embargo, prevenir el acceso (por ejemplo colocándolo dentro de una caja de acero) no es tan importante como asegurarse de que el recipiente o contenedor tenga alguna característica que permita saber si ha sido violado, es decir, que esté preparado de manera tal que cualquier intento indebido para abrirlo pueda ser detectado fácilmente. Para este fin se usan ahora dispositivos de seguridad especiales. El viejo sellado con cera, por ejemplo, ha sido reemplazado por etiquetas autoadhesivas que muestran signos de que han sido forzadas físicamente, como intentos de despegarlas o la aplicación de solventes o calor. Estas cintas llevan números exclusivos de identificación, usados para determinar cuando alguien ha reemplazado una cinta con un duplicado luego de abrir el recipiente.


Sellando los tubos

Volviendo a nuestra investigación sobre Debora Moscogiuri, Luigi y yo confirmamos con Gagliardi que el tipo de sellos que él había usado se podían abrir fácilmente y luego reemplazarlos. Además, preparamos un conjunto de tubos de ensayo sellados de la siguiente manera: a) se puso una hoja de oliva en cada tubo de ensayo de vidrio; b) los tubos eran sellados a fuego con un mechero Bunsen, teniendo cuidado de no chamuscar la hoja que estaba adentro; c) cada tubo fue numerado en varias posiciones usando un instrumento para grabar vidrio; d) se chequeó si los tubos tenían agujeros invisibles sumergiéndolos en agua (en esas condiciones saldrían burbujas de los que estuvieran mal sellados); e) se pesó a los tubos en una balanza de precisión de laboratorio (ajustadas a cero antes de la operación), grabando todos los dígitos con una precisión de un miligramo; f) se fotografiaron los tubos con lentes de aumento para registrar el número grabado y la forma de la punta sellada, donde el vidrio se había derretido.
Cuando a estos tubos se los calentaba ligeramente, la hoja que estaba adentro despedía pequeñas gotitas de agua. El aspecto general era muy distinto al del aceite, y por supuesto, el peso total no cambió, y las gotitas eran reabsorbidas luego de unos pocos días. Así, decidimos no preocuparnos por este detalle. Cada tubo podía ser identificado por su peso y fotografía, y se podía saber si se había intentado abrirlos ya que no hay forma de derretir el vidrio y volver a sellarlo exactamente como estaba.
Se le dieron a Moscogiuri, por intermedio de Gagliardi y del padre Civerra, un cura católico que seguía a la vidente, ocho de estos frascos (numerados 1, 2, 3, 4, 6, 7, 8, 10). No sabíamos el paradero de los tubos sellados ni lo que les estaba ocurriendo en la otra punta de Italia. ¡Sorpresa! ¡Sorpresa!
A continuación hubo dos eventos notables. Recibimos noticias de Civerra, que informaban sobre una visión mística de Moscogiuri de la Virgen Bendita: había visto una larga lengua de fuego (del Espíritu Santo) aproximándose a los tubos y tomando uno de ellos, dejando solo siete (el número de los Dolores de la Virgen). Más tarde, se especuló que algunos de nuestros tubos contenían aceite.
A través de la mediación de Gagliardi y Civerra, nos las arreglamos para recuperar los tubos. Los examinamos durante una reunión que se filmó en video en la que se encontraban Gagliardi y Civerra. Después, todos los participantes firmaron una declaración de los resultados. Civerra había puesto los tubos que habíamos preparado en un jarro y luego en una bolsa de plástico; cada uno de estos recipientes habían sido sellados con cera. Por los motivos expuestos más arriba, nosotros ignoramos estas medidas de seguridad y pedimos que solamente se tomaran nuestros tubos y se los chequeara. Debe mencionarse que cuando se lo pedimos, Civerra admitió que no tenía forma de verificar si sus sellos de cera habían sido forzados y reemplazados.
Resultó que: a) uno de los ocho tubos (el número 3) se había perdido; b) los tubos 1, 2 y 7 estaban intactos y no contenían líquido alguno; c) el tubo 4 tenía un extremo roto que había producido un pequeño agujero, pero no había líquido; y d) los tubos 6 y 8 contenían un líquido viscoso amarillo.
Una comparación con las fotografías reveló que las puntas habían sido derretidas y reselladas. Las formas de las puntas eran bien diferentes. Uno de los tubos había sido forzado en un costado y el vidrio estaba deformado, dejando una gran burbuja. También una punta estaba rajada. Tres ampollas contenían trazos de una sustancia negra, y la hoja estaba parcial o totalmente carbonizada.
Era bastante obvio que había ocurrido un forzamiento bastante grosero, lo cual no indicaba un milagro sino, por el contrario, algún tipo de fraude llevado a cabo por alguien del grupo de Moscogiuri. Sin embargo, Civerra no aceptó nuestra sugerencia de fraude, alegando que el confiaba más en sus sellos de cera externos y que cualquier deformación en los tubos se debía a la “llama del Espíritu Santo” de la visión de Moscogiuri.
A pesar del alegato de Civerra, concluimos que los tubos de vidrio sellados con el mechero —preparados con unos simples procedimientos de control descritos arriba— podían ser realmente una herramienta útil en manos de los investigadores que ponen a prueba las capacidades psicokinéticas.
En cuanto a Debora Moscogiuri, parece que todavía afirma tener visiones y que periódicamente recibe mensajes de la Virgen María, aunque extrañamente las materializaciones de aceite dentro de los recipientes no ocurrieron nunca más.

Agradecimiento

Este estudio no hubiera sido posible sin el trabajo de Luigi Garlaschelli.

Massimo Polidoro es investigador de fenómenos paranormales, autor, conferencista y cofundador y presidente del CICAP, grupo escéptico italiano.

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